Ana Vega nos cuenta su historia

Una tarde de domingo, hace no mucho, Ana estaba en la entrada de su negocio, a punto de abrirlo. Por alguna razón municipal, varias paradas de autobuses habían quedado momentáneamente instaladas en la acera de enfrente. La parada estaba repleta, mientras una fila de clientes también se formaba de su lado.

 

De pronto, un par de muchachas que esperaban para entrar, se besaron, pero no como se besan las amigas o las vecinas sino como se besan las enamoradas. Ese beso espontáneo, a plena luz del día, a vista y paciencia de todos, fue revelador para Ana. El imprevisto recorrió la cuadra como un chispazo de luz natural.

 

“El negocio empezó con dos personas. Lo abrimos en 1979, en Guadalupe, donde viví mucho tiempo. A mí siempre me gustó la música, y la coleccionaba en acetatos. Me gustaba el soul. De hecho, trabajé en una discoteca que se llamaba Acuarios. Trabajaba en la puerta y limpiaba los baños; ganaba como ¢15 por día”.

 

“Vengo de una familia de escasos recursos y mientras estaba en el colegio, organizaba bailes los sábados. Lo que se recogía, era para ayudarme a mí y a mi familia. Hacía bailes con Los Hicsos, con Los Diamantes, en El Versalles, en El Yugo… Yo hacía mantas, distribuía volantes…”

–¿Qué edad tenías?

–Entre 16 y 17 años.

 

Podría ser descrita como discoteca, aunque no es tan simple. A lo largo de su historia, las paredes de La Avispa han servido para algo más que bailar. La resistencia y el activismo político han sido la contracara del entretenimiento sugerido en su menú, porque en Costa Rica, hasta hace muy poco, ser gay o lesbiana era un acto criminal. Fue hasta en agosto de este año que la Sala Constitucional ordenó eliminar dos incisos del Código Penal.

 

Gracias a un préstamo, Ana logró abrir su propio negocio. Sin embargo, todo resultaba desconcertante para la época y para los vecinos.

 

Que ella y su pareja administraran un bar. Que su pareja fuera otra mujer. Que dos mujeres “solas” tuvieran un negocio nocturno. Que la clientela fuera como las dueñas. Diferentes. Sospechosas.

“Por casualidad, un día venía caminando por acá y vi el rótulo que decía ‘Se alquila’. Valía ¢3500, pero con la ventaja de que podías vivir en el negocio, como los chinos. Así que lo alquilé, y nos trasladamos”.

–¿No había lugares de ambiente?

 

Había, pero muy pocos. Si las mujeres lesbianas querían ir a tomarse un trago a una cantina de aquella época, tenían que defender a su pareja y defenderse ellas de mucha violencia.

“Yo era electricista, fontanera, pintora, decoradora, de todo. No teníamos plata para pagar empleados. Se abrió y era muy sencillo”.

–¿Qué es ‘muy sencillo’?

 

Una barra de barriles, un cuadro grandísimo para tapar una ventana, un mueble para las botellitas. Sencillo Hubo gente que venía y se reía. Y aún así, fue un éxito, yo diría que por el trato. Con treinta personas el negocio estaba lleno. Era muy cálido”

Otros datos pueden considerarse parte de la prueba testimonial categórica de que La Avispa se transformó, con el paso del tiempo, en un foco de resistencia de la comunidad “diversa” del país, y por supuesto, en un excelente negocio.

“Algunos clientes me dicen: Bastante vinimos a dejar aquí. Una piedra de esas o un ladrillo de esos es mío. Y yo les digo que sí, que es cierto. A veces les respondo: Bueno, con lo que tomabas vos, tenés por lo menos ese muro”.

“Era dj, cantinera y boquera. Iba temprano al mercado Borbón y compraba todo fresco. Regresaba a cocinar y lo dejaba calentito, en baño maría. Ese fue uno de los amarres porque en los otros bares de ambiente no daban bocas”.

–¿Lo abriste pensando que sería un ‘bar de ambiente’?

 

No, vieras que no. Yo no manejaba ese concepto, pero yo sabía que iban a venir muchas amistades mías. Y efectivamente. En un momento había tanta ‘gente de ambiente’ que decidimos cerrar la puerta, porque no era legal.

“Había una ventanita, y solo entraba gente conocida”.

“A la par teníamos un apagador con una luz, por si entraba la policía, para alertar a los que estaban bailando. Entonces las parejas de hombres con hombres y mujeres con mujeres se separaban y se intercambiaban”.

–¿Había mucha persecución?

 

Ah sí sí. Hacían redadas, y las perreras afuera, esperando… Nos llevaban a la Detención General y eran filas de filas…

–¿Y cuál era el argumento para detenerlos?

Faltas a la moral.

“Sucedió durante mucho tiempo. Afortunadamente, ese tipo de cosas ya se eliminaron. Hemos progresado mucho. Como cuando se quitó la luz blanca. Estaba la policía aquí, había mujeres bailando y la pista estaba rodeada. Ellas siguieron bailando. Yo vi esa valentía de personas que ya estaban cansadas y hartas de esconderse. Después de eso, nunca más se volvió a encender la luz. No más luz”.

 

–¿Cuándo fue eso?

En el ‘90. Las redadas fueron prohibidas hasta el ‘90.

Con 36 años de vigencia en la vida nocturna de San José, no hay otro lugar que se le parezca y, si fuéramos justos, tendríamos que decir que La Avispa es una empresa privada que durante las últimas tres décadas asumió una función social urgente: dio asilo a quienes no se sentían –ni se sienten– abrigados por el dogma de la heterosexualidad. Un lugar donde no es pecado ni están prohibidas las parejas del mismo sexo, del sexo opuesto, del sexo parecido, adicional, decorativo o suplementario… Las parejas, a secas.

 

–¿Qué la hecho permanecer?

“Ha habido una excelente administración”, bromea.

Y más adelante, agrega: “Yo aprendí de la economía doméstica. Guardar. Ahorrar”.

 

–¿Y cómo ve el futuro?

La Avispa durará lo que tenga que durar.

Ana misma se sorprende con el dato, quizá porque en ese momento no lo vio como una osadía, mucho menos como un desafío a las viejas costumbres de la intolerancia. ¿Cómo fue posible? Hoy las muchachas de esa edad le parecen unas “niñas”, pero ella tenía 24 años cuando decidió abrir La Avispa.

“Yo no he tenido vida privada. Siempre estuve al frente del negocio, hasta hace cinco años”. Ahora, a punto de cumplir 60 y de entrar al selecto club de los pensionados, Ana Vega sabe con certeza que lo único que quiere es tener más tiempo para estar con su familia, especialmente con su mamá, una excosturera de 83 años que tuvo siete hijos pero nunca una casa propia.

“Ella siempre quiso que sus hijas estudiaran”, recuerda Ana, quien, como es lógico, no tenía intención de asistir a la universidad –que era sinónimo de “gastar”– sino de conseguirse un trabajo cuanto antes.

 

Hizo el examen de admisión de todos modos, y cuando supo que lo había ganado, su mamá compró una botella de rompope para un brindis

Ante el horizonte de la pensión, Ana asegura que su segunda y última prioridad es ella misma. ¿Cómo? Haciendo lo que le gusta, que es viajar. Su último “paseo” fue a Australia pero ya quisiera salir volando rumbo a África.

“Me encanta conocer. Irme y sentarme en un parque y, si hay alguien, conversar. La gente, me gusta”. Pero no es lo único: también le gusta muchísimo caminar, leer, nadar, escuchar música, cuidar a sus siete rottweiler y a sus dos peluches (un cocker y un poodle) e irse a la cama a las 9 de la noche. “Si a las 11 no me he dormido, es porque tengo insomnio”.

-¿Nunca pensó en la maternidad?

Costó mucho, pero lo demás vino por añadidura. “Tener La Avispa fue una alegría, pero también fue muy duro. Tanta violencia te marca… Te marca a decir: No más”.

Ella siempre tiene el pasado al alcance de la mano, pero no gracias a la nostalgia sino a la fotografía. Miles de imágenes en miles de circunstancias la incriminan. La Avispa es obra suya. Es su marca, su obra, su relato. “A veces mi mamá me dice: Vieras qué dolor que siento de que vos no hayás podido terminar Trabajo Social. A mí me gustaba el estudio, pero eso no era lo mío. Esto fue lo que construí”.

Ana Vega y La Avispa: Resulta casi imposible separarlas

Ana Vega es más que la fundadora y propietaria de la discoteca. Es quien por más de treinta años ha sido el alma de La Avispa.

 

Como ella misma cuenta, al empezar, desempeñó todas laslabores: desde administradora hasta D.J…

 

Su laborioso trabajo, sus esfuerzos constantes, su visión y compromiso, su búsqueda constante por la mejora de un espacio digno, agradable, respetuoso, entretenido para que las personas que buscan el calor humano de quienes comparten sus mismas opciones de vida puedan compartir y disfrutar ha sidov isto, día tras día, por la comunidad. ¡Y ha sido apoyado con la fidelidad a La Avispa y sus actividades!

 

Pero también ha sido visto y ha sido sentido su inclaudicable compromiso y apoyo con todas las causas que, en otros escenarios, también han buscado el reconocimiento de los derechos y la apertura de mayores espacios. Por eso,muchas veces, grupos y personas le han entregado reconocimiento a ella.

 

La historia de avance en los derechos para la comunidad gay-lésbica en Costa Rica no podrá nunca olvidar que Ana Vega afrontó discriminación, amenazas, insultos, en fin… los mayores niveles de agresión y de homofobia, por haberse atrevido a construir un sitio para el disfrute, un espacio de libertad, donde cada persona puede expresarse y ser auténtica.

 

Ana Vega ha sido una mujer valiente, visionaria, trabajadora… forjadora de un espacio que hoy, más de treinta años después de su apertura, sigue dándonos ánimo para no desmayar.

 

El mundo es hoy más libre que en el siglo pasado. Nos quedan muchas luchas que dar y muchos espacios que ganar para que, ojalá pronto, en todo lugar de este planeta, se respire y se viva con la misma libertad y autenticidad que lo hacemos en La Avispa.

 

Como empresaria, Ana ha asumido incluso riesgos financieros para presentar en La Avispa espectáculos del más alto nivel: Gloria Trevi, Rosario y Maribel Guardia han enfurecido a las voces del odio por sus exitosas presentaciones en La Avispa.

 

Por todo eso, a Ana Vega, la forjadora de espacios de igualdad, la inclaudicable defensora de nuestros derechos, la exitosa y visionaria empresaria, la mujer que siente y comparte nuestra opción de vida, a ella le hemos dado y le seguiremos dando las gracias…

Bar La Avispa: Sobreviviente a través del tiempo

POR: María Fernanda Bustamante Sáenz (PERIODISTA)

JUEVES 15 DE MAYO DEL 2010.

 

Estaban sentadas en el Parque Nacional, empezaron a hablar de todo eso que hablan las parejas. Cada vez se acercaban más, y para estar más cómodas decidieron acostarse en el zacate. Una de ellas recostó su cabeza sobre el hombro de la otra, demostrando su cercanía y su afecto, mirando el cielo y hablando tranquilamente.

 

“Cuando de repente, la voz de un hombre se hizo escuchar: “Háganme el favor y se levantan de ahí, esos cuadros son muy feos”, dijo. La pareja volvió su mirada hacia él, descubriendo que se trataba de un guarda de ese parque, el cual las miraba de forma despectiva y discriminante.

 

Para evitar problemas, ambas se levantaron y tomaron asiento en una banca, sintiéndose incómodas por la solicitud de ese hombre. La pareja se extrañó ante tal situación, ya que no se encontraban haciendo nada inapropiado.

 

Debido a la homofobia de la que muchas personas son víctimas, surgió la creación de bares orientados específicamente a la población lésbica/gay del país. “Ojalá no tuviéramos que ir a bares específicos, sino que podamos ir a los que queramos y que seamos respetados por nuestra orientación sexual, pero esto no pasará hasta que tengamos una sociedad respetuosa e igualitaria”, afirma Ana Vega Chávez, dueña de la Discoteque La Avispa, ubicada en el centro de San José.

 

“La Avispa apareció por primera vez en Guadalupe en al año de 1979, era un bar abierto a todo público. Sin embargo, según narró Vega, en ese lugar, el bar no era muy concurrido, además surgían constantes conflictos entre “bugas” (heterosexuales) y personas de preferencia homosexual, debido a ciertas actitudes discriminantes por parte de los primeros.”

 

La propietaria de ese bar recordó que un día pasó enfrente de un edificio en San José, y notó que estaba en alquiler, por lo que inmediatamente se puso en contacto con el arrendante y llegaron a un acuerdo. Para ese entonces, continuaron los conflictos por las diferentes preferencias sexuales, por lo que se decidió trabajar “a puerta cerrada”, lo cual consistía en dejar entrar solamente a personas conocidas, con el objetivo de proteger a la comunidad lésbica/gay que asistía frecuentemente al bar.

 

La edificación del bar inicialmente era una casa, con habitaciones, “al principio tenía como 10 mesas nada más, era muy pequeño, con 50 personas ya se llenaba, al inicio no se bailaba, luego la gente fue haciéndolo de acuerdo a las necesidades”, recordó Ana Vega.

 

El nombre de “La Avispa” fue inspirado en una melodía del mismo nombre que sonaba en esa época, la cual era del agrado de Vega. Además, poseía cierta semejanza con el nombre de la propietaria (Ana Victoria).

 

Ana recuerda que en un inicio hubo muchos conflictos con la Policía, “nosotros prendíamos una luz blanca en señal de que la policía había entrado al bar, entonces las parejas se separaban y se intercambiaban, cuando la policía entraba encontraba parejas de hombre y mujer solamente, pero aún así nos pedían identificaciones y nos metían a todos en perreras, y nos dejaban en la Comisaría pasando la noche”.

 

A raíz de tantos actos de violencia, las personas empezaron a agarrarle cariño a La Avispa, según Vega, “significa una institución para la gente, nuestro público ahora es una mezcla de todos los sectores sociales”.

 

La afirmación anterior es confirmada por las encuestas realizadas a hombres gay y mujeres lesbianas, los cuales coinciden que La Avispa es un ícono entre las personas de “ambiente” (homosexuales). Su buena fama y las buenas referencias que posee, la ha ayudado a convertirse en un bar representativo para las personas en general, sin importar su preferencia sexual, esto se observa en dicha encuesta, ya que todas las personas afirmaron haber ido al bar con personas heterosexuales.

 

Una de las estrategias implementadas para aumentar los clientes de La Avispa, fue crear un espacio solamente para mujeres, en el pudieran hablar, conocerse y sentirse en confianza de ser ellas mismas. “Al inicio, se daban charlas sobre el feminismo radical lesbiano, pero también montábamos pequeñas obras cómicas o inventábamos canciones lésbicas que cantábamos en la pista de baile de La Avispa”, narra Alda Facio, miembro de dicha agrupación.

 

La idea de la Noche de Mujeres surgió del grupo Las Entendidas, del cual Vega también formaba parte. Ese fue el primer grupo lesbofeminista de Costa Rica, fundado a principios de 1987. Esta agrupación inició siendo un grupo de apoyo donde las mujeres podían discutir sobre sus intimidades, dudas y conflictos, pero luego el concepto sufrió un cambio, ya que ese conjunto quiso fortalecerse para poder llevar el mensaje del feminismo lésbico a otras lesbianas, así como a las feministas heterosexuales.

 

Las mujeres que conformaron ese grupo sufrieron de mucho rechazo ante la sociedad de ese tiempo. Vega recuerda que en 1990 quisieron realizar el II Encuentro Lésbico Feminista de América Latina y el Caribe, y decidieron realizarlo en Semana Santa, ya que muchas de ellas tenían libre; sin embargo, ese hecho desencadenó una serie de hechos discriminatorios que incluían a la Iglesia y al Estado costarricense.

 

Ester Serrano, en su artículo “Historia de las organizaciones lésbicas en Costa Rica” describe el clima previo al Encuentro: “La campaña de agresiones se inició mucho antes de que las mujeres se reunieran, los periódicos empezaron a publicar noticias alertando a la población de la reunión de lesbianas. La iglesia católica se proclamó contraria al Encuentro, el arzobispo Román Arrieta manifestó que “Costa Rica siempre se ha caracterizado por sus valores humanos y espirituales y un encuentro de esta naturaleza es una mancha en el rostro de la patria”

 

Por otro lado, el Estado costarricense, por medio del Ministro de Gobernación, Antonio Álvarez Desanti, argumentó que trataría de prohibir el encuentro ya que el mismo “riñe con las naturales y sanas costumbres que rigen en Costa Rica. Vega recordó que el ministro incluso “mandó un comunicado al aeropuerto para que no dejaran entrar mujeres extrañas, que tuvieran aspecto de lesbianas. Aún así nosotras realizamos el encuentro, a escondidas, pero muchas se atemorizaron y no llegaron”.

 

Incluso la prensa escrita fue partícipe de estos actos de intolerancia, en una de sus publicaciones se leía:“Costa Rica no puede convertirse en receptor de este tipo de visitas que solo daño y mal ejemplo pueden ofrecer a nuestra juventud. No podemos convertir a nuestra patria en un basurero, donde estafadores, drogadictos, traficantes y ahora lesbianas, quieren convertir a esta tierra en su perfecta guarida”.

 

El post encuentro resultó ser fatal para el grupo, recuerda Alda Facio, ya que “muchas mujeres del grupo de Las Entendidas sufrieron agresiones durante el encuentro, por parte de un grupo grande de hombres que quién sabe cómo se habían enterado del lugar exacto donde se realizaba el encuentro, el grupo nunca pudo recomponerse totalmente. Durante un año después de ese encuentro hicimos esfuerzos por recuperar la confianza en el grupo pero el miedo había clavado sus raíces muy hondamente en cada uno de nuestros corazones”.

 

“El ambiente era duro, pero con el transcurrir de los años, el mismo cariño y la solidaridad lo fueron serenando hasta convertirla en lo que es hoy: un espacio donde las personas buscan el calor humano de quienes comparten sus mismas opciones de vida”, como puede leerse en el sitio web de La Avispa.

 

La sociedad ha establecido ciertos límites para las personas homosexuales, privándolas de su derecho a ser feliz; sin embargo, el amor no mira sexo, ni edad, ni condición económica, entre otros. Así que, como afirmaba un artículo de dicha temática: “No importa de quien te enamores mientras tengas amor en tu vida”.

POR: María Fernanda Bustamante Sáenz (PERIODISTA)

Bar La Avispa: Un símbolo de lucha

POR: María Fernanda Bustamante Sáenz (PERIODISTA)

JUEVES 15 DE MAYO DEL 2010.

 

Contabiliza 31 años desde su fundación continúa “evolucionando sin perder la esencia”

La Iglesia, el Estado, la prensa y la opinión pública fueron sus principales contrincantes “Evolucionamos sin perder la esencia”, se lee en una de las paredes de la reconocida Discotheque josefina La Avispa. Lema que evidencia losgrandes obstáculos que ha tenido que sortear y sobrepasar este lugar, en la persona de su propietaria y fundadora, Ana Victoria Vega Chávez. Para la mayoría de hombres gay y mujeres lesbianas, La Avispa es toda una institución yun símbolo de la lucha política que ha experimentado esta población enespecífico. Así lo afirma la activista Emma Chacón, una “lesbiana pública” como ella misma lo afirma, quien desde hace más de 20 años lucha por la defensa delos Derechos Humanos de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales,transexuales e intersexo).“La Avispa es un espacio de nuestra lucha, ha sido muy significativa en nuestras vidas. Es parte de nuestra historia, de algunaforma a todos nos ha impactado y la llevamos en alguna parte del corazón”, afirmó Chacón.

 

El presidente del Movimiento Diversidad, Abelardo Araya, concuerda con Emma en el papel relevante de ese bar, ya que señala que “mucha gente que no recibe el apoyo de su familia, llega a la disco y ahí encuentra su familia; ahí se forman lazos muy cercanos”.

 

El bar ha evolucionado a medida que lo ha hecho la sociedad. Ha sufrido numerosos cambios físicos, como lo recuerda la activista: “antes los bares solían ser oscuros; sin embargo, ahora son luminosos y ventilados, La Avispa ha tenido esa transformación”.

 

Sin lugar a dudas, el bar fue sumamente influido por “Las Entendidas”, este fue el primer grupo abiertamente lesbo feminista en Costa Rica. Ana Vega formó parte de esta agrupación, autorizando la realización de constantes actividades de este colectivo en su bar, además donaba un porcentaje de las ganancias generadas a esas mujeres para que continuaran realizando sus eventos.

 

El Encuentro. Un acontecimiento que marcó un antes y un después para las lesbianas en particular, fue el Encuentro Lésbico y Feminista de Latinoamérica y el Caribe, que se realizó en la Semana Santa de abril de 1990.

 

Ema Chacón fue organizadora de esa actividad, la cual despertó reacciones en laIglesia Católica, el Estado, la prensa y la opinión pública.

 

“Cuando la noticia del encuentro sale a la luz, todos los diarios empezaron a hablar del tema por todo un mes, por medio de artículos casi diarios sobre el encuentro lésbico, si teníamos derecho o no de reunirnos, si éramos la escoria o no”, recordó Chacón.

 

La Iglesia Católica, por medio del Arzobispo de San José, monseñor Román Arrieta (QDDG), censuró la realización del Encuentro, lamentando por medio de un comunicado que “precisamente al lado de la pasión, muerte y resurrección deJesucristo, se esté celebrando dicho panel que manifiesta la institucionalización de una crisis de valores morales”.

 

Respecto a este tema, Óscar Arrieta, hermano del arzobispo fallecido recientemente, recordó que: “hace 20 años la sociedad era muy cerrada, entonces no era de esperar que la Iglesia aceptara ese evento. Mi hermano lo reprobó porque lo consideró un medio de hacer proselitismo, el comportamiento de esas personas se desvía de lo natural”.

 

Los diarios nacionales publicaban material relacionado con el tema; sin embargo, muchas informaciones estaban cargadas de ofensas al colectivo gay y lésbico. Así se evidencia en una publicación de La Nación, el miércoles 11 de abril de 1990: “el sólo anuncio de la posibilidad de esta reunión de personas moralmente desequilibradas representa una bofetada en el rostro de la mujer costarricense”. Por otro lado, hubo quien salió en defensa del encuentro: “…las lesbianas tienen todo el derecho de serlo y de reunirse para hablar de aspectos relacionados con esa particularidad, sin que se desate en su contra una cacería de brujas”, opinaba el redactor del Diario Extra, Agustín Castro, en una publicación del 17 de abril de 1990.

 

Emma Chacón recordó ese momento en donde “se inició la persecución de las lesbianas que asistirían al Encuentro, por medio de Antonio Álvarez Desanti, quien era el Ministro del Gobierno, el cual ejecuta una directriz en la que dice que no otorgarán visas de entrada a Costa Rica mujeres que viajen solas, con esto muchas resultaron afectadas, les quitaron libros, panfletos y demás artículos, incluso sufrieron mujeres empresarias que viajaban por negocios”. Desanti advirtió que no se podía prohibir el derecho a reunión de esas mujeres; sin embargo, buscarían la forma para que éstas no pudieran ingresar al territorio nacional. Estas acciones discriminatorias despertaron el asombro en las asistentes al congreso, ya que no imaginaban tales consecuencias. Además, medios internacionales también publicaron artículos al respecto, en los cuales se evidenciaba la situación angustiante que sufrieron las mujeres que fueron partícipes de dicha reunión. El Encuentro fue realizado en una quinta de Ciudad Colón, de forma clandestina, para evitar cualquier ataque. En la reunión se desarrollaron talleres y charlas sobre sexualidad lésbica, salud sexual, autoestima, violencia, entre otros. Migdalia Reyes, participante del Encuentro, describe la última noche de la reunión, en la que sufrieron agresiones físicas y psicológicas: “alrededor de las ocho dela noche, llegaron al lugar dos vagones cargados de hombres, quienes empezaron a decirnos obscenidades, y a lanzarnos palos y piedras.

 

Cerca de las tres de la mañana los hombres se fueron. Todas quedamos aterradas,nos impactó enormemente”. La activista Emma Chacón recordó que “teníamos miedo de que los hombres entraran al lugar y nos violaran, un temor muy común, sobretodo siendo lesbiana, ya que el pensamiento machista dice que uno es lesbiana porque no ha encontrado un hombre que se lo haga bien”. Chacón señaló que muchas de las mujeres que asistieron al Encuentro fueron despedidas de sus trabajos y perseguidas por sus familias. La clausura de dicha reunión se realizó en La Avispa, en ese momento, como era costumbre en ese tiempo, los policías ingresaron al lugar, pero en vez de alarmarse y tomar asiento, las mujeres se mantuvieron firmes y no cedieron ante la acción policial, “ahí dijimos suave un toque, ya no nos intimidan, ya no más”, recordó Chacón.

 

El bar josefino fue testigo de toda la lucha llevada a cabo por Las Entendidas, y Ana Vega siempre brindó su apoyo para que continuaran su accionar. Este es uno de los factores que fortaleció a dicha Discotheque, ya que muchas personas le tomaron cariño y sobre todo respeto, por eso ya cuenta con 36 años de existencia.

 

Sin embargo, La Avispa no se limita a hombres gay y mujeres lesbianas, ya que también es frecuentado por personas heterosexuales o “buga”. Así lo afirma Abelardo Araya:“las mujeres hetero llegan ahí tranquilas, ya que no hay hombres acosándolas, pueden bailar sin preocuparse, que no va a llegar un hombre a invitarlas un trago o a decirles algo”. “Actualmente en algunos bares hetero sí ha habido apertura para las personas gay, pero en otros nos echan.

 

Hay muchos lugares homo y lesbofóbicos. Ojalá en un futuro no sea el cuerpo el que hable por vos, sino tus acciones, lo que tienes dentro”, añadió Araya. Melisa Salazar, una mujer lesbiana que frecuenta La Avispa, afirma que algo positivo de que personas heterosexuales o bisexuales visiten el bar, es que “servirá para educar a las personas, para que entiendan que sólo buscamos pasarla bien, eso les ayudaría a quitar prejuicios y para que se den cuenta de que no somos lo que dicen”.

 

Actualmente, la situación es más favorable para la población lésbica-gay del país, ya que la tolerancia y el respeto hacia lo que es distinto han ido en aumento. Eso se evidencia en la encuesta realizada a personas heterosexuales en la que la totalidad de los encuestados manifestaron que cada persona es libre de elegir, que debe existir una igualdad de derechos para todas las personas y sobre todo, respetar la diversidad. “A través de los años hemos abierto una brecha para que hoy más mujeres se atrevan a andar de la mano en la calle. Vamos avanzando.

 

Mi mayor gratificación es pensar que hoy las lesbianas no tengan miedo”, finalizó Emma Chacón.

 

Fuentes

  • Ana Vega Chávez, dueña de la Discoteque La Avispa
  • Entrevista a Emma Chacón, activista y defensora de los Derechos Humanos de la población LGBTI del país
  • Entrevista a Abelardo Araya, presidente del Movimiento Diversidad
  • Entrevista a Óscar Arrieta Villalobos, hermano del arzobispo de San José,monseñor Román Arrieta (QDDG)
  • Encuesta a personas de la comunidad gay lésbica Encuesta a personas heterosexuales
  • Publicaciones de periódicos nacionales
  • María Fernanda Bustamante Sáenz

POR: María Fernanda Bustamante Sáenz (PERIODISTA)